Melancolía

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La melancolía no se origina únicamente de los episodios cotidianos sino también, y es mucho más profunda, de las rupturas sucesivas que sufrimos en nuestra vida. Así, cuando el niño alcanza la adolescencia experimenta una desazón angustiosa que se manifiesta en una melancolía proyectiva, ya superado el temor a entrar en la verdadera existencia y no poder refugiarse en los melancólicos e ilusorios sueños de la infancia. Más tarde, el joven, al aproximarse a la cuarentena sufre una grave crisis de melancolía que le postra en silenciosa meditación: "¡Juventud, divino tesoro / ya te vas para no volver!" canta su melancolía el poeta. "Tengo el alma apagada y fría", la expresa otro poeta romántico.
A los años finales de la madurez fecunda y grave, le sucede una aceptada y jovial melancolía de lo que conscientemente ya no puede ser. Pero al despedirse de la edad madura y llegar a la vejez, debido a la inactividad, a la monotonía de una vida repetidamente igual, puede llevar a esa profunda depresión que define Gerard de Nerval: "le soleil Noir de la melancolie".
Hemos expuesto algunas de las consecuencias positivas y negativas de la melancolía. Aprendamos, amigos lectores, a ser honradamente melancólicos. Es un estado de ánimo delicado, sutil y, las más de las veces, enriquecedor de la subjetividad.

La melancolía
Carlos Gurméndez (Montevideo 1916 - Madrid, 7 de febrero de 1997)







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