Cuenta las almendras,
cuenta lo que era amargo y te mantuvo en vela,
inclúyeme en la cuenta:Busqué tu
ojo cuando lo abriste y nadie te vio,
hilé aquel hilo secreto
por el que el rocío que pensaste
resbaló hasta los cántaros
que una sentencia, que en nadie encontró corazón, preserva.
Sólo allí entraste del todo en el nombre
que es tuyo,
avanzaste con pie seguro hacia ti,
batieron los martillos libremente en la melena de la campana
de tu silencio,
se reunió contigo lo escuchado,
echó también lo muerto el brazo sobre ti,
y los tres avanzasteis por la noche.
Hazme amargo.
Cuéntame entre las almendras.