La igualdad de
sexos
Tus ojos han
vuelto de un país arbitrario
en el que nunca supo nadie lo que es una mirada
ni conocido la belleza de los ojos, belleza de piedras,
la de las gotas de agua, de la perlas en los escaparates,
piedras desnudas y sin esqueleto, oh mi estatua.
El sol cegador te tiene por espejo
y si parece obedecer a las potencias de la tarde
es porque tu cabeza anochece, oh estatua abatida
con mi
amor y mis astucias de salvaje.
Mi deseo inmóvil es tu último sostén
y te llevo sin lucha, oh mi imagen,
rota en mi ternura, presa en mi red.